Photoshop CS3 y compañía: cuando algo huele a podrido.

May 20, 2008

Parece que fue ayer, pero ya llovió bastante desde que instalé Windows NT 4.0 por primera vez en mi ordenador. Corría el año 1996 y servidor poseía un Pentium 150 con 64 Mb de RAM y una Matrox Millenium de 4 MB. Además, contaba con un disco principal de 850 Gb y otro secundario de 2 Gb en mi equipo. Las características del ordenador ahora parecen totalmente ridículas, pero por aquel entonces pasaba por ser un equipo de sobremesa realmente potente, prácticamente una estación de trabajo profesional. En aquel momento, aún le quedaba bastante camino por recorrer a la fotografía digital destinada al ciudadano de a pie, así que me dedicaba al 3D empleando el mítico 3D Studio MAX (v1.0) y el Photoshop 3 para retocar mis imágenes. Fue una época de largas esperas: habitualmente mis trabajos se renderizaban a 800×600, tardando el proceso varias horas y, posteriormente, el retoque tampoco resultaba tan «sencillo» como ahora. Más tarde, tras aumentar mi dosis de paciencia notablemente, comencé a trabajar a 1024×768. De aquella, recurrir a los sistemas de partículas para dar realismo a las escenas o bien hacer cosas como simulación de telas era prácticamente un suicidio y, de hecho, recuerdo renders que tardaron más de 3 días en completarse.

Más adelante mis equipos fueron evolucionando: pasé por un Pentium II a 233 con 128 Mb de RAM (que forzaba a 280); un Pentium III a 350 con 256 Mb (éste llegó a los 450); otro Pentium III 500 (aquí sólo pude subir 100 mhz) con 512 Mb y, finalmente, un sistema dual con dos procesadores Pentium III Coppermine a 933 Mhz que no forcé y ya contaba con 1Gb de RAM. Por desgracia, paralelamente a esto se iban elevando los requirimientos de hardware por parte del soft utilizado. Windows NT 4.0 se sustituyó (tras muchos años de impecable servicio) por Windows 2000 y éste, a su vez, dejó de ser mi SO (Sistema Operativo) cuando Windows XP SP2 vio la luz. Las diferentes versiones del 3D Studio MAX también evolucionaron y comenzaron a aparecer nuevos plugins para renderizado realista (incorporando la simulación de luz difusa y HDR para las texturas) que sustituían al clásico Pong, herencia del 3D Studio 4. La resolución de mis imágenes aumentó y el Photoshop, poco a poco, comenzó a consumir más recursos. Se podría decir que en mi última época con el 3D las escenas ganaron en calidad pero yo no podía finalizarlas en menos tiempo que antes, porque la velocidad de mi máquina seguía siendo un limitante.

Posteriormente, con la aparición de las primeras réflex digitales, adquirí una Canon EOS 300D y aparqué el 3D, que me mantenía prácticamente todo el tiempo encerrado en casa. Recuperé un poco de color en la piel de la cara y una de mis más viejas aficiones, que empecé a compatibilizar con el programa que tradicionalmente había usado desde siempre, el Photoshop. Comencé con la versión 7, luego llegó el primer CS, seguido del CS2 y finalmente el actual CS3. Todos ellos hicieron gala de una excelente robustez y fiabilidad, o casi.


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A vueltas con mi padre, la PowerShot G9 y los RAWs.

abril 28, 2008

Hace ya bastante tiempo que compré mi primera cámara compacta, una Fujifilm FinePix E900 de 9 megapíxels. La usaba fundamentalmente para hacer robados y en aquellas situaciones en las que la réflex resultaba demasiado aparatosa. La máquina en sí nunca estuvo nada mal, puesto que contaba con la tecnología Super CCD de Fuji que permite, a efectos prácticos, extender el rango dinámico de las imágenes. Además, disparaba en formato RAW, a costa, eso sí, de que las fotos pesaran una barbaridad y de la consabida larga espera a la hora de guardarlas (cosa de 20 segundos). Actualmente la camarita ya no anda por casa y tampoco me planteé sustituirla hasta hace bien poco, puesto que decidí que, a pesar de todo, la calidad de imagen de la réflex compensaba con creces la «incomodidad» a la hora de transportarla a ciertos lugares.

Sin embargo parece que el tiempo no pasa en balde. Por un lado, uno observa que los revelados que actualmente ofrecen los laboratorios a los usuarios del tradicional carrete dejan mucho que desear. De hecho, su flujo de trabajo pasa por escanear a baja resolución (1024×768 las más de las veces) cada foto y luego imprimir de mala manera las imágenes así obtenidas. Los resultados ya se los puede imaginar prácticamente cualquiera: colores totalmente alterados, inexplicable ruido digital en fotos analógicas, pérdida de resolución general y, en suma, calidad de imagen deleznable. Por otro lado, mi padre, que sigue con la misma afición montañera de siempre, comienza a quejarse del peso de los equipos analógicos de toda la vida y dice que ya no le apetece cargar con la F90, la F100 y unos cuantos objetivos, máxime dada la calidad asquerosa que obtiene luego a la hora de revelar las fotos (y en esto último no le falta razón). Total, que al final, entre una cosa y otra, la solución pasaba por comprar una réflex Nikon (la marca que usa él) o bien adquirir una compacta de «gama alta» que le solucionara los problemas de peso. Esta última opción le sedujo bastante más, dado el tamaño de estas últimas cámaras, aunque, todo hay que decirlo, un poco a pesar mío, que hubiera preferido una D80 (sigue sin convencerme la calidad de imagen que ofrecen las compactillas).

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La piscina de la Universidad.

abril 9, 2008

Uno de los lugares más emblemáticos de Gijón y Asturias siempre fue la Universidad Laboral que, como bien apunta la Wikipedia, resulta uno de los edificios más grandes de toda España. Comenzó como un proyecto de orfanato para los hijos de los mineros fallecidos, pero posteriormente el plan inicial se amplió y el Ministerio de Trabajo decidió crear toda una serie Universidades Laborales para la formación profesional de los jóvenes, de ahí que el Orfelinato Minero acabara transformándose en el gran coloso que todos conocemos actualmente. Gestionada primero por monjas y jesuitas, cerca de los años 80 fueron sustituídos por personal laico y la edificación se convirtió en un enorme instituto que daba cabida a 2000 alumnos. En su momento no se escatimaron recursos, de tal modo que la impresionante arquitectura contó también con campos de rugby, pistas de frontón, piscinas, amplios jardines y prácticamente todo el equipamiento lúdico-deportivo que uno pudiera tener en mente.

A principios de los 80, la mayoría de las instalaciones todavía funcionaban aunque luego, lentamente, fueron entrando en la más pura decadencia. Se abandonaron las piscinas, las canchas y demás elementos, pasando la mayor parte de los edificios e infraestructuras a un estado de semiabandono. Actualmente, y tras varias discusiones, parte del complejo se rehabilitó como teatro y sala de exposiciones, se construirá además un hotel y se llevarán a cabo otras obras de restauración/adaptación que no vienen tampoco demasiado al caso en este momento (y que están detalladas en la Wiki, por si alguien tiene interés).

Mientras todo esto sucede y gran parte de la enorme mole sigue en obras, hay zonas que continuan desiertas, como las piscinas a las que aludía antes. Fue interesante visitarlas de nuevo este fin de semana junto con David, Dabo y Montse. Recordé, entre otras cosas, que en ellas mi padre aprendió a nadar hace ya la friolera de 22 años :D. Poco queda de todo aquello, de mis seis tacos y de aquel día de verano, pero antes de que definitivamente desaparezca la zona de baños con aquellos pocos recuerdos que conservamos de ella, o bien sufra una remodelación radical, nos decidimos a tomar alguna que otra foto. Ahí va mi pequeña aportación en forma de panorámica: son varias tomas de la 350D realizadas con el 17-40 f/4.0 L y unidas con el Ptgui, lo que da lugar a una imagen final de unos 66 por 32 cm a 300 ppp (un poco más de 30 megapíxeles). Si estáis interasados en analizar los detalles del lugar, no os perdáis la galería de David, con fotos muy interesantes y un procesado más agresivo que el de un servidor ;).


Mis últimas fotos.

marzo 4, 2008

No, el título no significa que vaya a colgar los bártulos, pero como llevo en reposo obligatorio desde el jueves (al fin me operé de mi famosa vesícula, que tanta alegría y felicidad me dio) este fin de semana ni pude salir a disparar por ahí ni tampoco a ninguna otra cosa, así que me encuentro en casa y, por el momento, con más tiempo libre de lo normal (básicamente todo el día). Con todo, algo bueno tenía que tener esto, porque aproveché para subir a Flickr un set de imágenes industriales que tomé hace ya cierto tiempo y, hasta ahora, seguía en mis discos duros externos. Entre todas ellas hay alguna foto interesante (en el sentido más estricto de la palabra) sobre todo en lo que se refiere a observar el funcionamiento de un alto horno o un tren de laminación, así que, si os apetece, podéis echarles un ojo dentro de mi galería dedicada a los entornos industriales.

Tren de chapa.

Por lo demás, no tuvimos muchas novedades en el último mes, pero no faltamos a las míticas citas fotográficas todos los fines de semana, acompañara o no el tiempo. Así, la semana pasada estuvimos por una zona abandonada de Avilés (y también industrial) donde cada uno hizo lo que buenamente pudo (el tiempo apestaba, la verdad). E incluso anduvimos por el Fito, con un tiempo igual de malo o peor. De aquí yo sólo me vi capaz de rescatar una imagen que se «salvó» exclusivamente gracias al virado, David no quedó muy contento con sus propios resultados, aunque a mí no me parecen malos, teniendo en cuenta lo que había :D. Concluímos, eso sí, que después de las últimas modificaciones que llevé a cabo en mi propio coche (las típicas cosas que cuando tienes novia no haces por respeto a su espalda, pecho y cervicales) a partir de ahora iremos en el Arosa de David a cualquier cosa que implique salir mínimamente del asfalto y reservaremos el mío para viajes largos o sitios con aparcamientos asfaltados y sin badenes.

Zona industrial en Avilés.

Subida al Fito.

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Las fotos de congelador.

enero 9, 2008

Hay veces que se hace un foto y uno inmediatamente aprecia que es buena. Sin embargo, resulta algo bastante raro, tiene que ser lo que típicamente llamamos un «fotón» para que ya, a la hora de previsualizarla en la cámara, te des cuenta de que has hecho algo especial. A mí me pasó en contados momentos: con algún macro, de vez en cuando en el estudio… en la inmensa mayoria de las ocasiones, sin embargo, la realidad es bien distinta. Vas paseando, hay algo por ahí que te llama y te decides a fotografiarlo, quizá incluso te gusta al verlo en el LCD. Pero luego, cuando cargas el RAW en el ordenador, te das cuenta de que aquello que te parecía tan interesante o tan llamativo es, la mayor parte de las veces, un mítico montón de mierda de estos que, en mi caso, no borro por puro recuerdo.

Existe, sin embargo, otra categoría de fotos que para mí es bastante importante. Son las que llamo fotos de «congelador» porque, después de dispararlas, no sabes muy bien que hacer con ellas. ¿Son buenas?, ¿son malas?, ¿te está afectando al juicio crítico la idea preconcebida de lo que querías hacer?. Estas últimas suelo guardármelas, a veces durante muchos meses, hasta que me decido o bien a procesarlas o bien a condenarlas al olvido del disco duro externo para siempre. Hace tiempo que un buen fotógrafo me recomendó hacer eso y, la verdad, no me arrepiento para nada de su consejo. De éstas, guardo muchas en mi galería e, incluso, en algunos casos, he visto como se convertían en algunas de mis imágenes más valoradas. Así, la archiconocida foto de mi amiga Aurora fue una de ellas. Lllevaba hecha muchos meses y un día estábamos dando una vuelta y comentamos «pues podíamos subirla a la red, a ver que pasa, parece que tampoco quedó tan mal, ¿no?».

Aurora

(voy a ponerla una vez más, que nadie la conoce)

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El parque de Carlos Marx.

diciembre 17, 2007

No se puede decir que a lo largo de mi vida haya sido un tipo de muchos amigos. O quizá debería matizar, porque amigos de verdad pienso que tengo más que dedos en una mano y, por lo visto, dicen que lograr algo así es muy difícil a día de hoy. Por otra parte, creo que en 27 años a penas recibí puñaladas de gente que realmente apreciara (hasta hace bien poco decía la mar de orgulloso que nunca me había sucedido algo así, pero a base de escupir para arriba a uno termina cayéndole la cosa en la cara).

En fin, la imagen que os presento hoy tiene mucho que ver con eso. No es una panorámica brillante o llamativa, ni siquiera está realizada a la hora más apropiada del día, pero en ella se observa un lugar muy especial tanto para mí como para mis colegas de toda la vida, esos que siguen ahí sin esperar nada a cambio.

Carlos Marx.

El parque está situado en nuestro barrio, justo donde «oficialmente» comenzaba el extrarradio de Gijón hace unos años (hoy en día, con el tamaño que tiene la ciudad, eso ha cambiado bastante). Sería difícil calcular las tardes que pasamos sentados en sus bancos los amigos «de siempre» cuando la universidad o el curro todavía no nos habían atado tanto. El tiempo se iba mientras le dábamos vueltas a la cabeza (en general, hablando sobre ordenadores o bien sobre el sexo opuesto), comíamos las chucherías del quiosco de al lado y planeábamos, las más de las veces, que haríamos esa noche o a que nos dedicaríamos en los siguientes días si estábamos en vacaciones. En otras ocasiones, simplemente íbamos allí a pasar el rato y despejar un poco. En recuerdo de aquellas tardes tomé la foto a las cinco, la hora típica de nuestras reuniones. La imagen muestra exactamente el mismo juego de luces y sombras que tantas veces observé a lo largo de los años.

Ahora ya apenas vamos al parque. La vida de cada uno de nosotros se ha ido transformando y no tenemos mucho tiempo libre. Sin embargo, hace tan sólo dos meses que volvimos a estar allí casi sin darnos cuenta, sentados en nuestro sitio y hablando de lo de siempre :D.


Tardes de espera.

diciembre 2, 2007

Hay multitud de lugares que no destacan por nada. Forman parte del entorno urbano y constituyen parcelas anónimas condenadas a desaparecer víctimas de cualquier tipo de remodelación sin que nadie las recuerde. Sin embargo, a veces, alguno de esos puntos se transforma y pasa a convertirse en algo especial para nosotros. Personalmente, podría citar varios ejemplos: la plaza y el parque donde nos reuníamos los amigos todos los días de fiesta hace ya más tiempo del que me gustaría, la sala de juegos de cierto centro comercial, el local donde se ubicaba (aún sigue ahí) el primer cibercafé que visité con mis colegas en el 95…

Precisamente hoy, que no me encuentro muy animado, recordaba esos sitios y las vivencias que, de una forma u otra, me evocan. Luego pensé en todos aquellos lugares que, formando parte de mi historia personal, ya no existen y me gustaría poder volver a visitar. Por ello decidí que quizá sería buena idea tomar la cámara y empezar un nuevo proyecto personal consistente en ir, progresivamente, fotografiando aquellas zonas que todavía están intactas y con las que mantuve alguna vinculación especial. De esta forma, poco a poco iré presentando en el blog panorámicas de todos aquellos puntos de Gijón que significaron algo para mí. No pretendo que sean imágenes de gran calidad (los entornos resultan, las más de las veces, muy anodinos) aunque intentaré hacerlo lo mejor posible.

Uno de los primeros sitios que recordé hoy al hacer memoria es el parque de Moreda, un barrio Gijonés muy cercano al mío. En sí, la zona verde no está mal, pero el entorno nunca resultó atractivo. Cerca están las vías del tren (actualmente a la espera de ser soterradas) así como la autopista de entrada a la ciudad. Tanto las vías como la propia autopista hace años que dividen Gijón en dos partes, de tal manera que para comunicarlas fue necesaria la construcción de un feo y largo puente que, a buen paso, no puede cruzarse en menos de cinco minutos. El parque está enmarcado en un barrio de nueva construcción (la nueva Moreda) que se incrustó de forma totalmente artificial sobre los restos de la vieja, donde existió, hace ya mucho tiempo, una siderurgia. Las pequeñas casas obreras que aún perduran por la zona son ahora el único recuerdo de todo aquello. Pronto no quedará gran cosa de ellas ni de los astilleros cercanos, condenados desde hace mucho tiempo a la desaparición aunque actualmente convivan con hoteles y edificios de nueva construcción.

Parque de Moreda.

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A falta de pan, buenas son tortas (o la cámara del Nokia E65).

diciembre 1, 2007

Hace ya tiempo que compré mi primera cámara compacta. Tuve una Fuji con Super CCD de 10 megapíxeles y, aunque no muchas, alguna alegría sí que me dio en momentos puntuales. La verdad, sin embargo, es que no la usaba demasiado, de modo que la presté y, posteriormente, renuncié a ella de forma voluntaria. Actualmente, si bien nunca imaginé cual sería su destino final en el momento de adquirirla, imagino que la Fuji lleva una vida relativamente tolerable y sigue operativa (recordemos que carece de espejo).

El caso es que, en contadas ocasiones, uno vuelve a echar de menos tener una compacta a mano, sobre todo durante esos viajes relámpago que a veces obliga a realizar la profesión. El primero fue un congreso en Málaga, hace unos dos meses, el segundo, una breve estancia en Madrid durante la semana pasada con motivo de cierto simposio. Con todo, como le decía a David, a falta de pan buenas son tortas, de modo que, aunque no llevé la réflex (lo siento cris :P) no me pude resistir a sacar el móvil durante un paseo por la zona financiera de la ciudad y utilizar su camarita integrada para realizar alguna chapuza. Por desgracia, actualmente tengo un Nokia E65 que, si bien no está nada mal, no resulta una maravilla fotográficamente hablando (sólo 2 mp), de forma que decidí, como último recurso, utilizarlo para intentar hacer fotos panorámicas. Pensé que, si cubría una zona determinada con un número suficientemente elevado de capturas tomadas a pulso quizá el PTGui podría ser capaz de montar la imagen final y salvar, en cierta medida, la situación. Y la verdad, una vez más, el programa me sorprendió gratamente. Al final, logré componer la escena completa que buscaba reflejar a base de utilizar 45 fotografías como base. Evidentemente, la toma final presenta bastante ruido y tuve que procesarla con mucho cuidado en Photoshop, pero sus 10,5 mp finales permitirían ampliarla a 36 x 20 cm y 300 ppp muy dignamente. De hecho, haré la prueba tan sólo por curiosidad.

Madrid, centro financiero.

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Sesiones de verano: un cambio de rumbo.

octubre 10, 2007

Los que me conozcan un poco y también sepan de lur, sabrán que varias veces al año nos reunimos para vernos y disparar algunas fotos. A veces, las sesiones que realizamos son fruto de mantener largas charlas y definir bastante bien lo que queremos conseguir. En otras ocasiones, sin embargo, lo organizamos todo más o menos sobre la marcha. Sin embargo, hasta ahora habíamos trabajado siempre con un denominador común: la presencia de sangre, armas, elementos violentos y estilos más o menos fúnebres. La verdad, sería ridículo negar que nos sentimos cómodos con el tema. Con todo, las sufridas modelos también tienen su corazoncito y resulta que no siempre les gusta verse embadurnadas de porquería o con una máscara de gas encasquetada, de modo que este año decidimos dar un giro al trabajo y cambiar la orientación del mismo para intentar mostrar, por una vez, lo mejor de las señoritas fotografiadas :D. Fruto de esa idea nació la sesión de esta pasada temporada veraniega, para la que contamos con Amaia (que ya tuvo la paciencia de trabajar con nosotros varias veces) y también con Maite y Sol, a las que yo no conocía.

Decidimos dividir el trabajo en dos sets independientes (realizados en días consecutivos) y buscar fotos que tuvieran estética un poco comercial. Además, dado que la última vez habíamos utilizado una luz difusa muy suave y plana, también pensamos que sería buena idea cambiar radicalmente el planteamiento, generando en muchas ocasiones contrastes fuertes dentro de una misma imagen.

A lo largo del primer set simulamos una iluminación natural. Para ello, utilizamos tan sólo un Broncolor Cumulite suspendido del techo que apantallamos convenientemente y cuya luz rebotamos en un reflector. Los resultados que se obtienen son sencillos pero resultones. La iluminación es muy similar a la que podríamos conseguir utilizando una simple ventana orientada al norte, aunque los brillos resultan un poco más acusados que si estuviéramos trabajando realmente en esa situación. A cambio de eso, el uso del flash permite situar perfectamente los puntos de luz y definir los centros de atención dentro de la foto con comodidad. Las tomas, sin ser tremendamente espectaculares, funcionan correctamente tanto en blanco y negro como en color, a gusto del que las procese.

Amaia.

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Peor imposible.

septiembre 6, 2007

Seguro que a todos os ha pasado alguna vez. Estáis sentados tan tranquilos y, de repente, recibís la noticia de que para el día siguiente, a las doce como mucho, tiene que estar hecha una foto que se necesita para tal o cual cosa. Es algo que a mí me sucede de vez en cuando (aunque no viva de la fotografía) y a lo que se enfrentan la mayoría de los profesionales cotidianamente. Sin embargo, el caso de ayer fue un poco especial y bastante más demencial de lo que me esperaba. Veamos los antecedentes del asunto: yo actualmente trabajo en el edificio Santiago Gascón del Campus del Cristo, en Oviedo. La construcción aloja, básicamente, la Facultad de Bioquímica junto con algunos laboratorios en las plantas superiores, laboratorios donde unos cuantos desarrollamos todos los días nuestra actividad. El caso es que el nombre de la edificación no es precisamente casual. Santiago Gascón fue rector de nuestra Universidad y un científico eminente, de modo que se está confeccionando una publicación que contiene todos sus artículos y en la que, como no, debe aparecer una foto del edificio homónimo. Realizar esa foto fue, precisamente, mi tarea, puesto que ayer mismo nos dimos cuenta de que ninguna de las imágenes que se habían tomado hasta ahora era apropiada para la impresión. La cosa no hubiera tenido mayor importancia si hubiéramos contado con un poco de tiempo pero, dado que sólo había 24 horas y ya no se podía avisar a nadie para que al día siguiente la zona estuviera un poco despejada, asumí que tendría que hacer frente al problema como buenamente pudiera.

 

Edificio Santiago Gascón.

(pincha en la foto para verla más grande).

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Nikon, Canon y el verano que se nos va.

agosto 31, 2007

Pues sí, como todos los años por estas fechas vuelve a aproximarse Septiembre, lo que significa básicamente que se me terminan las vacaciones y regreso al laboratorio. Con todo, este Agosto ha sido un poco especial, ya que la tesis me tuvo ocupado hasta el día diez, de modo que se podría decir que tan sólo disfruté de unas vacaciones fotográficas comprimidas (ya hablaré de ellas :D). Sin embargo, parece que los grandes monstruos de la fotografía tampoco descansaron durante este período que se termina, ya que el verano fue el momento elegido para la presentación oficial de sus nuevos modelos. Nos referimos a las Canon EOS 40D/1Ds Mark III y las Nikon D300/D3. Sobre el papel parecen todas ellas máquinas excelentes pero, mientras Canon continúa más o menos por la línea que todos suponíamos, Nikon se desbanca, por fin, con una cámara Full Frame que parece llegar algo tarde.

1Ds, D40, D300, D3.

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El Rey ha muerto, viva el Rey: 101 ROOM v2.0.

agosto 29, 2007

Pues sí… como ya anticipaba ayer en la vieja web, 101 ROOM se ha transformado totalmente para adaptarse a los nuevos tiempos. La página anterior, aunque resultó satisfactoria en su momento, se encontraba actualmente bastante desfasada en algunos aspectos y precisaba un constante mantenimiento que, a veces, era difícil brindarle. En primer lugar, el template que utilizaba en mi anterior Blog impedía su migración a las nuevas versiones de WordPress, de modo que actualizarlo a la última versión implicaba una remodelación muy profunda que, dentro de mi antiguo servidor, no estaba dispuesto a llevar a cabo. En segundo lugar, el sistema de galerías que empleaba se basaba en el popular Coppermine, herramienta realmente potente pero que también requiere mantenimiento constante y no puede competir, en lo que a tráfico, difusión y comodidad se refiere, con el moderno FlickR. Finalmente, el armazón básico de la 101 ROOM v1.0 se componía de HTML puro que imponía una estructura de navegación rígida e incómoda (basada en menús y cabeceras aparatosas) que tenía ganas de superar.

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La lista de sueños.

julio 8, 2007

Quizá algunos recuerden un articulillo que escribí en este mismo Blog en el que me choteaba vilmente de ciertos personajes a los que me refería como «Hartistas». En él comentaba, con todo lujo de detalles, los sentimientos que inspiraban en mí tales sujetos y su grupito de seguidores, afirmando después que en muchos casos su actitud y rocambolescas obras eran, simplemente, la tapadera para esconder enormes dosis de ignorancia y falta de buen gusto.

El caso es que, cuando el texto ya estaba escrito, decidí que acompañarlo de ciertas imágenes sería útil para mejor coñearme de los aludidos. Por tanto, cogí la cámara, cerré los ojos y disparé unas cuantas fotos al azar mientras pegaba brincos o daba vueltas sobre mí mismo. Después, seleccioné algunas tomas bien aberrantes y las utilicé para decorar el artículo. De entre todas ellas, la más majadera ocupó el dudoso privilegio de aparecer en la portada de la web.

La lista de sueños.

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Linux y fotografía digital: Virtualización.

junio 26, 2007

Al término del último artículo sobre Linux y fotografía digital (el que trata sobre la configuración de la máquina), comentaba que, con el ordenador ya listo para trabajar era el momento de empezar a probar aplicaciones. Y, efectivamente, así lo hice. A estas alturas ya he localizado un revelador de RAWs en Linux que a mí particularmente me satisface, así como software para el trabajo con las fotos ya reveladas. Sin embargo, antes de empezar a comentar estos programas, creo que merece la pena dedicar un pequeño artículo a solucionar el problema de las algunas aplicaciones por las bravas y de una forma que inicialmente no me había planteado: utilizando los programas de Windows en una máquina virtual 😀 (aunque no es la forma más ortodoxa de trabajar, según mi punto de vista).

Linux y fotograf�a digital: Virtualización.

Ubuntu 7.04 y Windows XP virtualizado.

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Linux y fotografía digital: configurando la máquina.

junio 6, 2007

En el primero de los artículos dedicado a Linux y la fotografía digital narré las razones que me habían llevado a instalar Ubuntu y las ventajas que encontraba a la hora de trabajar con él frente a Windows y otros sistemas operativos. También di algún que otro link para que los más curiosos pudieran entrenerse y trastear, de modo que, ya con el terreno abonado, creo que podemos comenzar a tratar cuestiones más prácticas. Así, en esta ocasión describiré como configuré mi ordenador para poder empezar a trabajar :D.

Linux y fotograf�a digital: configurando la máquina.

Atractivo, discreto y funcional.

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